Todas las noches, mi hermano y yo le pedíamos a mi abuela que nos contara la misma historia para dormir. Aguardábamos a que viniera en nuestras camas, desarropados, para que cuando llegase, nos arropara, acomodase y besase antes de proceder a contar sus historias. Se sentaba en su mecedora y nos miraba, esperaba que le pidiéramos que contase lo mismo de cada noche. Ambos escuchábamos con atención hasta el final, tras esto, nos quedábamos plácidamente dormidos pensando en nuestros héroes, imaginando que algún día seríamos como ellos, fuertes, valientes, ingeniosos. Soñábamos que éramos ellos, que luchábamos contra criaturas varias y seres malignos, y les derrotábamos con tan solo un simple conjuro.
Mi abuela decía que el origen de nuestros nombres era porque cada cinco generaciones, nacían siempre dos mellizos y era tradición llamarles Sofía y Alejandro. ¿El por qué? Ella nos decía que ellos fueron los últimos hijos que los Dioses tuvieron con los humanos, era como Íflicles y Hércules, sólo que los padres eran dos dioses: Zeus y Hades. Pero eran más que unos semidioses, eran magos. Nadie sabía cómo había podido adquirir sus poderes, piensan que fue cosa del destino, que en realidad todo esto estaba escrito mucho antes de que existiera el Oráculo de Delfos. Pasaba exactamente eso, los mellizos tenían poderes sobrenaturales que las cuatro generaciones anteriores no habían tenido, somos su descendencia. Decía que éramos su viva imagen, nunca había visto magos tan iguales que ellos: los mismos ojos verdosos, el cabello rubio de Alejandro y el pelirrojo de Sofía; la misma expresión que las estatuas de Zeus, su abundancia de cabellos, picardía; la misma temeridad que Hades, la capacidad de hablar con los muertos…
Sofía y Alejandro adquirieron sus poderes nada más nacer. Nos contaba mi abuela que ya en la cuna, cuando lloraban, creaban una nube encima de sus cabecitas que los mojaba. Cuando eran solo unos críos, se transformaban unos a otros en animales cuando discutían; y cuando fueron adolescentes, transformaban a los niños que se metían con ellos en criaturas mitológicas como: grifos, quimeras, ciclopes, arpías… además de las hadas, los duendes, hipocampos o pegasos a quienes les pedían que les transformasen en algo más agradable y bonito. Se decía que el pegaso que siempre acompañaba a Sofía era porque su mejor amiga se lo había pedido para permanecer a su lado toda su vida. Ambas se conocían desde pequeñas, eran vecinas y se apoyaban en todo, la chica tenía confianza ciega en la maga. Es por ello que, para no olvidarse de ella ni perderla, la convirtió en el animal y esa es la causa de que tenga cabellos rubios su pegaso, por la larga melena de la chica. Al igual, Alejandro poseía un hipocampo que era su pareja. Ambos se habían jurado amor eterno, pero su amor era algo imposible ya que ambos eran varones y no podían engendrar hijos magos que pudieran seguir la estela del otro. Así, en un atardecer en la playa, prometieron permanecer juntos y tras besarse, se convirtió en un hermoso hipocampo. Iba a visitarlo todos los atardeceres hasta que supieron que era el chico que amaba y Afrodita, celosa de su relación ya que ella amaba al semidios, decidió matar al animal. Obviamente, después de esos sucesos, los Dioses les advirtieron que no podían hacer todo lo que ellos quisieran, es más, esa fue la razón por la que estuvieron intentando controlarles, reducirles sus poderes, pero se dieron cuenta de que eran muchísimos más poderosos que ellos mismos. Se decía que fueron capaces de frenar el rayo de su padre Zeus, que frenaron un tsunami de Poseidón sobre la isla de Macedonia, que ellos fueron quienes realmente causaron la Guerra de Troya, que ellos podían haber frenado los males de la caja de Pandora… Increíbles hazañas se contaban de ellos, cada noche mi abuela nos contaba una distinta y nos quedábamos aún más asombrados, ansiosos de conocimientos para poder lograr todo lo que ellos habían conseguido hacer.
directamente los poderes y no perder esta generación de magos, pero los otros, también adquirieron los poderes, solo que ellos lo desconocían, ya que se manifestó en la quinta generación. Muchos piensan que se reprodujeron entre ellos para que fueran una descendencia pura, otros creen que no es así y que se mezclaron con humanos. El caso es que una vez que supieron dominar sus poderes, crearon una academia para magos, la misma en la que Platón se inspiraría para fundar, siglos más tarde. Montaron la academia en donde actualmente está el Partenón, de aspecto similar al mismo, solo que tenía numerosos recovecos para mantener el secreto de cómo dominar la magia. Poco después lo ocultaron con el aspecto que tiene ahora, para que los no mágicos pudieran venerar a sus Dioses, al igual que ellos, solo que desconociendo lo que realmente se escondía allí. Poco después establecieron su residencia allí, creando un gran comedor donde un duendecillo cocinaba para ellos; numerosos cuartos para sus respectivos hijos y futuros invitados; todo lo necesario para aprender, aulas, una librería, salas donde experimentar… Ambos murieron años más tarde de que nacieran sus primeros nietos, aunque hay algunos que piensan que ellos nunca murieron, que hallaron un conjuro que les proporcionaba inmortalidad y se quedaron en el Olimpo observando como daba frutos sus años de esfuerzo. Algunos de los magos les veneran como auténticos dioses, incluso más que los que nuestra religión impone.
La academia, milenos más tarde, sigue teniendo la misma utilidad, solo que su entrada está más restringida. Los hijos magos asisten una vez allí cuando cumplen sus dieciocho años para demostrar ante un tribunal mágico sus conocimientos y dominio de la magia, una vez superada esta prueba, serán auténticos magos que jurarán ante la enciclopedia que Alejandro y Sofía su eterno servicio a la magia por un bien común. La prueba es el momento más importante de tu vida, en la que o ganas todo o lo pierdes todo, te juegas tu futuro en tan solo un día. Es por ello que no superarla implica la deshonra de la familia, además de tu destierro como esas criaturas que mis ascendentes crearon. Dicha prueba consistía en cosas tan simples como la lectura de textos sagrados, ciertos conjuros básicos y la creación de diferentes pociones de utilidad variable. Aunque, la última fase era la que realmente mostraba si estas capacitado para estar en la academia o no: la creación de un portal que te lleve desde una esquina de la sala a la otra.
Cualquier mago aspira a eso, pasar la prueba sin problemas e imagina mil situaciones diferentes en la que acaba por jurar ante la enciclopedia sagrada y trabajar de lo que tanto ansían. Una vez que termina tu estancia en la academia, estás especializado en un trabajo concreto para el que te has preparado durante diez años. Tus opciones varían entre maestro de nuevos magos, pasan toda su vida en la academia, enseñando a los jóvenes que llegan; guardián mágico, controla a los magos que empiezan, ya sea por sus transformaciones o sus portales, además de que buscan el buen uso de la magia; cuidadores de criaturas fantásticas, son los responsables de que ningún humano dañe a ninguna criatura, evitan que se extingan, los cuidan y doman; o investigador, buscan nuevos conjuros y pociones, están centrados en encontrar la poción de la inmortalidad que tomaron los fundadores de la academia.
Mi abuela nos preparaba para entrar a la academia y que llegáramos a los respectivos Alejandro y Sofía, tenía el sueño de que pudiésemos ser como ellos. Tenía confianza ciega en nosotros, tenía la seguridad de que íbamos a ser unos grandes investigadores que hallarían la fórmula para obtener la inmortalidad y llegaríamos al Olímpo, contactaríamos con los mismísimos Dioses. Estaba ilusionada con nosotros, estaba tan entregada al mundo de la magia que no esperaba que fuéramos nosotros los que llegaríamos a tener poderes, ya que, en un principio, los médicos no esperaban que fuéramos mellizos. Por desgracia, después de todo el viaje a Grecia. Falleció un par de meses del mismo, no pudo apoyarnos, animarnos y ver cómo hacíamos la prueba para la que habíamos estado dieciocho años preparándonos con ella. Fue un golpe muy duro para nosotros, estuvimos un mes entero sin conjurar nada, sin crear ninguna poción, sin abrir ningún portal… Ahora contactamos con ella con los conjuros que nos enseñó para poder hablar con el inframundo, sigue estando igual de orgullosa de nosotros que siempre. Es la razón por la que ahora más que nunca quiero dedicar mi vida a la investigación, pero ya no para conseguir la inmortalidad, sino, para conseguir un conjuro, un hechizo, algo para traerla de vuelta y que vea lo lejos que hemos llegado.
Aguardando en las escaleras del Partenón pienso en ella, repaso las lecturas sagradas y oigo su voz cuando me equivoco, sus regañinas por no pronunciar adecuadamente el griego. La extraño, pero cuando haga la prueba y la supere, haré que todo su trabajo no haya sido en vano, haré que esté orgullosa de mí, de mi hermano, del honor de mi familia. Mencionan el nombre de mi hermano y seguidamente el mío, es nuestro turno, el momento de la verdad, la suerte ya está echada sobre nosotros. Mis nervios aumentan y oigo a mi abuela reñirme por morderme las pocas uñas que me quedaban. Un minuto más y sabré mi futuro.
Comentarios
Publicar un comentario